domingo, 21 de septiembre de 2014

EL ESTUDIO FOTOGRÁFICO DEL MOVIMIENTO: De Muybridge y Marey al Fotodinamismo futurista

      El carácter beligerante, revolucionario y altamente polémico de la vanguardia futurista se dejó sentir en un amplio abanico de manifestaciones culturales: literatura, artes plásticas, teatro, música… y también, aunque en menor medida, en la fotografía.
El Futurismo desarrolló una ingente labor propagandística a través de innumerables manifiestos. En ellos abogaron por un cambio en la estética y por un nuevo ideal de belleza acorde a una sociedad moderna profundamente modificada por la industrialización. 
En el Manifiesto de los Pintores Futuristas firmado por Boccioni, Carrá, Russolo, Balla y Severini, los artistas proclamaron “representar y magnificar la vida actual, incesante y tumultuosamente transformada por la ciencia victoriosa”.

Su fe en el progreso y en la técnica se tradujo en el elogio de la urbe, de la industria, de la máquina y, en definitiva, de la exaltación de la velocidad y el dinamismo. Por ello, Marinetti afirmó en el Manifiesto futurista publicado en Le Figaro en 1909, que “un automóvil de carreras es más bello que la Victoria de Samotracia”. Por medio de este axioma quedó clara también la insatisfacción que a esta vanguardia le provocaba la cultura oficial y su defensa a ultranza de la modernidad.

Dinamismo de un automóvil (1912-1913, Luigi Russolo)

      Las manifestaciones artísticas del Futurismo tuvieron como objetivo primordial el estudio y la traducción de la descomposición del movimiento recogiéndolo en sus fases consecutivas. Para ello recurrieron a un eclecticismo formal que aglutinó elementos de diversas tendencias artísticas: impresionismo, divisionismo, cubismo, orfismo y expresionismo. Así, por ejemplo, tomaron la disociación del color de los puntillistas y la disgregación y articulación de planos del cubismo para proporcionar una determinada sensación dinámica. A estas influencias, hay que sumar la contribución fundamental que realizaron a dicha vanguardia y, especialmente al Fotodinamismo Futurista, los estudios fotográficos sobre el movimiento que a finales del siglo anterior habían llevado a cabo Muybridge y Marey. 

Las secuencias de fotografías temporalmente inmediatas que estudiaban el movimiento de animales y personas, prefiguraron el cinematógrafo presentado por los hermanos Lumière en 1895. Muybridge y Marey fueron los primeros en preocuparse por la descomposición de un movimiento en sus diversas fases. Muybridge lo registró mediante varias cámaras, mientras que Marey utilizó un solo aparato fotográfico.

Caballo al galope (1878, Muybridge)

Eadweard Muybridge fue el pionero de estos estudios colocando una serie de veinticuatro cámaras, cada una dotada de un obturador, para captar el galope de un caballo que, al pasar, rompía los cables que disparaban las máquinas. El resultado descartó la idea que se tenía sobre el movimiento del caballo, pues demostró que las patas del animal al galope despegan del suelo a la vez y se aproximaban bajo el vientre del equino, suplantando la teoría de la llamada “posición del caballito de madera”, es decir, las patas delanteras estiradas hacia adelante y las traseras hacia atrás, que había sido habitual en la pintura, sólo basta recordar la obra Derby en Epson (1821) de Géricault.

Derby en Epson (1821, Gèricault)

      Estimulado por estos experimentos, Étienne-Jules Marey continuó con la investigación, pero en lugar de trabajar con fotogramas consecutivos como hizo Muybridge, estudió el movimiento a través de un solo cliché. Para ello, en 1882, inventó el fusil fotográfico con cliché circular. Marey disparaba esta máquina a intervalos regulares (doce instantáneas por segundo) de forma que el desarrollo del movimiento de la figura se grababa en una sola placa. 

Fotocronografía (1890, Marey)

Los descubrimientos de Muybridge y la cronofotografía de Marey tuvieron una marcada repercusión en el mundo del arte. Algunas de las escenas hípicas del impresionista Edgar Degas se basaron en los estudios sobre el movimiento equino que realizó Muybridge y que fueron publicados en 1878.
Pero fue la vanguardia del siglo XX la que, partiendo de esas lecciones, aportó obras trascendentales al arte contemporáneo. Un ejemplo imprescindible es Desnudo bajando una escalera (1912) de Marcel Duchamp, una auténtica pintura cinética caracterizada por la representación simultánea de los distintos movimientos de una mecanizada figura. Como homenaje a este artista y a esta obra, en 1952, Eliot Elisofon retrató a Duchamp bajando por una escalera empleando la técnica de la cronofotografía.

Cronofotografía de  Duchamp bajando por una escalera (1952, Eliot Elisofon)

     El Futurismo y las obras de sus artistas, tuvieron como eje central esta preocupación por el dinamismo, dejándolo patente en el Manifiesto técnico de la Pintura Futurista: “Todo se mueve, todo corre, todo transcurre con rapidez. Una figura nunca es estable ante nosotros, sino que aparece y desaparece incesantemente. Por la persistencia de la imagen en la retina las cosas en movimiento se multiplican, se deforman, sucediéndose como vibraciones en el espacio que recorren”.
Giacomo Balla había visto en la Exposición Universal de París del año 1900, trabajos de Muybridge y Marey. Este influjo es claramente localizable en conocidos lienzos de Balla del año 1912, como Dinamismo de un perro con correa, La mano del violinista o Muchacha que corre en el balcón

Dinamismo de un perro con correa (1912, Balla)

       En el terreno de la fotografía, en 1911, los hermanos Anton Giulio y Arturo Bragaglia fusionaron la máxima futurista del movimiento en el arte con su conocimiento de los estudios fisiológicos de múltiple exposición de Marey. El resultado fue una fotografía dinámica que fijaba los ademanes corporales, registrando el movimiento de los mismos durante su desplazamiento.
Anton Giulio Bragaglia fue realizador cinematográfico además de fotógrafo. En este último campo artístico, pese a partir de la influencia de las cronofotografías, refutó los trabajos de Marey puesto que las exposiciones del francés eran realizadas de forma intermitente, de manera que la continuación del movimiento no era tal en sentido estricto. Por ello, Bragaglia experimentó con fotos en las que prolongaba el tiempo de exposición de las personas en movimiento con el fin de registrar la dinámica de la trayectoria de la acción. El resultado dio lugar a gestos humanos que casi llegaban a la disolución evocando la energía de la maniobra realizada.

Violonchelista (1913, Fotodinamismo de Bragaglia)

El fotógrafo llamó a este tipo de obras “fotodinamismos”, publicando sus teorías y ejemplos de estos trabajos en el manifiesto Fotodinamismo Futurista (1913).
Bragaglia concibió y defendió la fotografía como medio artístico autónomo. Aunque sus experimentos en este terreno contaron con la aprobación y el respaldo de Marinetti, no ocurrió así con Boccioni, que no admitió la fotografía, ni el cine tampoco, como formas de expresión artística y rechazó todo método técnico de reproducción pues, al considerarlo un procedimiento puramente mecánico, no le otorgaba valía artística. Así, podría decirse que la fotografía se mantuvo bastante marginada, con respecto al resto de manifestaciones artísticas, dentro del movimiento futurista.

El pintor Giacomo Balla (1912, Fotodinamismo de Bragaglia)

       Todas estas indagaciones sobre dinamismo y fotografía siguieron dando sus frutos a lo largo del siglo XX. Después del Futurismo, Harold Edgerton y Gjon Mili realizaron fotografías a partir de la exposición múltiple de una figura empleando para ello el flash estroboscópico, un tipo de flash electrónico caracterizado por despedir flujos intermitentes de luz.
Mediante las fotografías tomadas con iluminación estroboscópica fue posible examinar cada fase del movimiento, visibilizar su trayectoria y así poder observar detalles sometidos a una velocidad tan rápida que, de otra forma, se escaparían a la mirada humana. 

Bailarina (1936, Mili)

Comba moviéndose (1952, Edgerton)


Bibliografía:
MARTIN, Silvia: Futurismo. Taschen, Köln, 2005.
MARTÍNEZ MUÑOZ, Amalia: Arte y Arquitectura del Siglo XX. Vanguardia y utopía social (Vol. I). Montesinos, 2001.
DE MICHELI, Mario: Las vanguardias artísticas del Siglo XX. Alianza Editorial, Madrid, 2000.
NEWHALL, Beaumont: Historia de la Fotografía. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2002.
SCHNELLE-SCHENEYDER, Marlene: Étienne-Jules Marey. Elementos 37, 2000, pp. 33-35.
SOUGEZ, Marie-Loup: Historia de la Fotografía. Madrid, Ediciones Cátedra, 2004.

Artículo publicado para CRAC # 13 FUTURISMO

jueves, 4 de septiembre de 2014

BREVES APUNTES SOBRE COLECCIONISMO DE ARTE

     El coleccionista juega un papel fundamental dentro del entramado artístico. Michael Kimmelman ofrece una completa definición sobre su figura y sobre el acto de coleccionar: “Algunas personas son coleccionistas porque coleccionar puede ser un gran arte si se toma en serio. Ésta es la razón por la que nos gusta ver las grandes colecciones, incluso cuando no somos coleccionistas. El coleccionismo es una manera de ordenar el mundo, que es lo que hacen los museos o las colecciones públicas. Es también una manera de definir la idiosincrasia del coleccionista, igual que el arte hace respecto al artista.”

La galería del coleccionista (1635, Cornelis de Baellieur)
  
    Tradicionalmente en manos de la Iglesia, la aristocracia y la realeza, el coleccionismo ha sido considerado durante siglos un símbolo de estatus, de ostentación, lujo y exclusividad al alcance de unos pocos. Su origen contemporáneo lo encontramos en la progresiva democratización del acceso a la cultura y el arte. Con el inicio del capitalismo, la revolución industrial y los Salones parisinos, vinculado a la aparición de los críticos, los marchantes y posteriormente los galeristas, surge el coleccionismo burgués. A partir de ese momento se convierte en una actividad que busca ganar impulso y reconocimiento. En las últimas décadas ha logrado una mayor presencia debido al creciente desarrollo del mercado del arte y la proliferación de ferias. En este sentido, debe señalarse el potencial que posee Latinoamérica, en la actualidad un foco emergente en ferias de arte entre las que cabe mencionar artBO, la Feria Internacional de Arte de Bogotá y arteBA, la Feria de Arte Contemporáneo de Buenos Aires. Ambas son plataformas de reunión de coleccionistas procedentes de todo el mundo.

  De un coleccionismo impulsivo y pasional se ha evolucionado a un coleccionismo más intelectualizado y racional, cada vez más profesionalizado y mejor asesorado. La línea de adquisición de obras de arte por parte del coleccionista es concebida como un auténtico proyecto personal.
El nuevo coleccionista apoya a los creadores, fomenta la formación estética del público, dinamiza el mercado y muestra un fuerte compromiso con el sistema del arte. Además, reúne una obra que no se limita a su deleite privado sino que también muestra una clara vocación pública y la voluntad de no permanecer anclada en el entorno doméstico. Se trata de actitud más próxima a la del mecenas que a la del especulador.
En uno de los foros de coleccionismo de la pasada edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCOmadrid, el coleccionista argentino Aníbal Jozami afirmó que “el coleccionismo no es un hobby para ricos” y que él “jamás ha visto el arte como un negocio”, aunque reconoció que el mercado es bueno para el dinamismo del sector. Jozami es ejemplo de un nuevo tipo de coleccionista para el cual coleccionar significa difundir el arte, en su caso el arte argentino de forma específica.

Anibal Jozami, Eduardo Wethein, Felisa Lariviere
y Marlise Jozami en la Presentación de ArteBA 2012
   
     Cada vez un mayor número de coleccionistas crean una institución propia pero abierta a la sociedad. Generalmente son organismos que se caracterizan por el desarrollo de actividades culturales y exposiciones, además de impulsar programas de becas para artistas y comisarios. Hay que contar también con las cesiones o depósito de obras que, por parte del coleccionismo privado, se realizan a museos para el disfrute público. Por ello, es fundamental resaltar la importancia que juega la figura del coleccionista para la estimulación del tejido artístico y, puesto que existe un desconocimiento generalizado del público hacia esta labor, surge la necesidad de visibilizarla mediante la organización de mesas redondas, conferencias, encuentros y foros, siendo imprescindible también contar con el apoyo político de cada país mediante adecuadas leyes de mecenazgo que motiven al coleccionista.

       En la actualidad, los coleccionistas privados cuentan con el apoyo del IACCCA, International Association of Corporate Collections of Contemporary Art. Y, en el caso español, con 9915, Asociación de Coleccionistas Privados de Arte Contemporáneo, llamada así en referencia al código con el que organismos internacionales identifican a los coleccionistas en general.

El coleccionista de estampas (1960, Daumier)

Artículo publicado para Bcollector