jueves, 29 de septiembre de 2016

WAVE TO THE FUTURE

D.O.U.G.L.A.S., la última ola de la tierra (2016) del colectivo conocido como Surfcitizens es una gran estructura luminosa de 1,70 m. de altura conformada por 53 tubos fluorescentes.  Los ideólogos de la llamativa pieza son un grupo de surferos integrado por Xavi Ocaña, Alberto Calvete, Idil Criado y Marc Conca. La Galería Adriana Suárez la presenta con motivo de La Noche Blanca 2016 de Gijón.

En la web del grupo se puede leer el siguiente texto que remite a un contexto distópico de elaboración de la pieza. La última ola sería, pues, el producto de una sociedad futurista:

“La Tierra, año 2778. Las grandes corporaciones controlan el planeta. Tras el consumo de la mayor parte de los recursos naturales, los avances tecnológicos han logrado desarrollar formas de preservar la vida humana prescindiendo de la naturaleza. La autonomía del ser humano respecto al planeta ha hecho desaparecer los movimientos ecologistas, acelerando la proliferación de formas de vida y producción no sostenibles. Fuera de las ciudades, cualquier hábitat natural se ha extinguido. Incluidos los mares y los océanos. El calentamiento global y el vertido de residuos tóxicos han acabado con el viento, las mareas, los arrecifes de coral y cualquier forma de vida marina. El fondo del mar es un desierto. Sin vida, sin movimiento, sin olas.

Con la esperanza de garantizar la supervivencia de los mares y océanos, un grupo de surfers conocidos como Surfcitizens crearon a D.O.U.G.L.A.S, la última ola de la Tierra. Un ente hecho de luz en cuyo interior lograron encerrar la última gota de vida marina. D.O.U.G.L.A.S está dotada de inteligencia artificial. Es capaz de pensar, comunicarse y desplazarse a la velocidad de la luz. Para sobrevivir solo necesita conectarse a una toma de electricidad antes de que su batería se agote. Su misión es mantener a salvo la única esperanza de vida acuática que queda en el planeta mientras una nueva generación de Surfcitizens trata de descifrar el código que abre su interior. Solo entonces D.O.U.G.L.A.S podrá llegar al mar y devolver la vida y las olas a las aguas de la Tierra.”

D.O.U.G.L.A.S., la última ola (2016, Surfcitizens)

Iconográficamente esta escultura nos remite a La gran ola de Kanagawa, la famosa estampa japonesa de Hokusai fechada entre 1830 y 1833, durante el período Edo de la historia de Japón. Se trata de una de sus obras  más emblemáticas y forma parte de su conocida serie Treinta y seis vistas del monte Fuji. A partir de la segunda mitad del siglo XIX la citada estampa de La gran ola se volvió muy popular entre artistas y coleccionistas franceses. En general todas las estampas ukiyo-e de esta serie fueron una importante fuente de inspiración para pintores europeos del siglo XIX como Vincent van GoghClaude MonetEdgar DegasAuguste RenoirCamille Pissarro, Mary Cassatt... También para músicos como Claude Debussy quien, en la portada de la edición original de 1905 de la obra para orquesta La mer, reproducía La gran ola de Kanagawa

La gran ola de Kanagawa (1830-1833, Hokusai)
         
En La Tierra de D.O.U.G.L.A.S la naturaleza ha tenido que ser preservada de su desaparición a través de la vida artificial. La escultura realizada con decenas de tubos fluorescentes alberga en su interior de forma salvífica la última gota de vida marina. El neón, tradicionalmente empleado en los anuncios publicitarios, entró en el campo del arte por medio de movimientos como el arte povera, en el que artistas de la talla de Mario Merz lo introdujeron en creaciones como los Iglús en los que es frecuente que incorpore frases políticas o literarias hechas con este material. Los tubos de neón y su potencial lumínico tuvieron mucha presencia también en los años 70 entre los artistas del Minimal y del Conceptual Art. Entre los nombres a destacar encontramos a Dan Flavin, Bruce Nauman, Tracey Emin, Massimo Uberti, Tim Etchels, Robert Montgomery, Joseph Kosuth, Jung LeeYael Bartana.

Más allá del referente iconográfico de Hokusai, D.O.U.G.L.A.S., la última ola de la tierra, nos presenta un futuro distópico. La industrialización llevada al extremo y el desarrollismo agresivo habrían generado una sociedad de ficción al estilo de la presentada por  Ridley Scott en la película Blade Runner (1982), basada parcialmente en la novela de Philip K. Dick titulada ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968). La película describe un futuro en el que, mediante la ingeniería genética, se fabrican humanos artificiales a los que se denomina replicantes. En el libro, la acción transcurre en un mundo en el que, después de una guerra nuclear, la vida animal ha sido diezmada y los seres vivos sustituidos por máquinas.

Blade Runner

El cambio radical de los comportamientos económicos, políticos y sociales, la antropización del territorio y la degradación medioambiental, la desaparición de especies animales y vegetales, incluso de ecosistemas y, en general, la ruptura del equilibrio entre la naturaleza y los seres del planeta Tierra presagian un futuro incierto y cercano a los argumentos de las novelas de un escritor como J. G. Ballard. La última ola y su formulación conceptual arraigada en la ciencia ficción, proponen una reflexión sobre lo natural y lo artificial, la utopía y la distopía.





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