martes, 23 de mayo de 2017

COSMOGONÍA (CHORUS: WE ARE MADE OF STARS)

Sabía bien que fuera de los grandes planetas como
la Tierra, Júpiter, Marte, Venus, que tienen nombre,
hay centenares de planetas, a veces tan pequeños
que apenas se les puede ver con el telescopio
El Principito
Antoine de Saint-Exupéry


Un cataclismo es una catástrofe, un desastre de grandes proporciones producido en la tierra por agentes de la naturaleza. El cataclismo tiene, por tanto, una connotación negativa, pesimista. Sin embargo, esta noción es trastocada a la inversa cuando el Cataclismo es el de Catalina Rodríguez Villazón. Hablamos entonces de un Big Bang de creatividad, de una gran explosión de energía, texturas y colores brillantes que invaden la retina del espectador en forma de estrellas, nebulosas, galaxias y planetas. El Cataclismo de Catalina nos enfrenta, por tanto, a una auténtica cosmogonía pictórica en un espacio expositivo llamado, paradójicamente, La Cósmica. No es coincidencia, es el destino.


En el origen de este universo artístico es posible rastrear al divulgador científico Carl Sagan y, especialmente, su exitoso programa de televisión Cosmos: un viaje personal emitido en el año 1980. E. J. Rodríguez le describió con las siguiente palabras en un artículo para la revista Jot Down: “Carl Sagan nos hizo mirar hacia las estrellas y darnos cuenta de la magnitud del universo, en el que ocupamos un rincón infinitesimal. Nos trató, a los ciudadanos de a pie, como a seres inteligentes y a quienes la ciencia concierne tanto como a los propios científicos, porque el universo no es patrimonio de los científicos, sino de cualquiera que pueda alzar sus ojos y contemplar sus prodigios”.

De mano de Sagan algo tan complejo e inabarcable como el espacio se mostraba cercano y comprensible a través de una labor que aunaba el afán de popularización con sus dotes de gran comunicador. El cosmos que, ateniendo al sublime burkiano “desborda nuestra mente y provoca un sobrecogimiento del sujeto”, entró entonces en los hogares de las familias de los ochenta a través de la pantalla de televisión y entra ahora en los visitantes de la exposición a través del pincel de Catalina.


Cataclismo presenta una atmósfera galáctica a base de riqueza cromática y texturas que conforman superficies planetarias. No son manchas de color, es el universo mismo que se presenta ante nosotros como visto a través del telescopio espacial Hubble. Es materia pero también es espíritu, porque esta cosmogonía es fruto, además, de la revolución vital de Catalina vivida durante los últimos meses. Sus planetas emanan vibraciones anímicas porque, como exhortaba Kandinsky en De lo espiritual en el arte, el artista “tiene que expresar su mundo interior”. Y, si Catalina desprende energía, sus obras no podían ser menos. Es una de esas personas con luz propia, la misma que desprenden sus astros de papel y acuarela.

There is no art without contemplation sentenció Robert Henri y el universo, al igual que el arte, requiere una actitud contemplativa y de recogimiento. Pero ésta no es una actitud pasiva sino todo lo contrario. La contemplación implica una inquietud y la formulación de preguntas que quizás no tengan respuesta. Así, en Cataclismo, el cosmos y el arte se fusionan e invitan al espectador a viajar de planeta en planeta como hizo El Principito. Convirtámonos en astrónomos por un día o, al menos, durante el rato que visitemos la exposición porque Catalina, como Sagan, nos aproxima a tocar las estrellas con la mano.

Catalina y su Cataclismo



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